Mamás expatriadas: El desafío de criar lejos de casa
Irnos de nuestro país puede ser una decisión difícil y nunca, nunca (aunque haya sido una decisión meditada y elegida) se transita sin miedos.
Ahora, ser mamá, emigrar con nuestros hijos y tener que criar lejos de casa, agrega un condimento extra a esta oleada de emociones propias de la expatriación.
Estas son algunos de los pensamientos más frecuentes que aparecen en quienes atraviesan este camino
- No logro adaptarme porque mis hijos no se adaptan
- Quiero compartir cosas diarias de mi/s hijo/s en el momento con mi familia y amigos, pero la diferencia horaria me complica la comunicación
- Necesito tener cerca a mi propia mamá para saber si lo estoy haciendo bien
- Extraño las personas de mi confianza a quienes confiaba el cuidado de mis hijos, y me permitían descansar y hacer planes propios
- Todo el mundo me decía “quédate tranquila que los chicos se adaptan a todo”, pero ellos no se están adaptando en los tiempos que pensé y eso está complicando mi propia adaptación al lugar
- Quiero mostrarme fuerte para que la gente de mi país no se preocupe, pero sólo pienso en cuán cerca necesitaría que estén de nosotros
- Trato de estar bien para que mis hijos estén bien, pero me siento atrapada en un círculo infinito del que no puedo salir
- Cuando veo a mis hijos angustiados y extrañando pienso un millón de veces si la decisión de mudarnos de país fue la correcta
- Extrañan comidas y costumbres y ninguna alternativa que les ofrezco les convence (ellos quieren el pororó y la calesita de su plaza favorita)
¿Cómo ayudarlos y ayudarnos a nosotras mismas en este camino?
- “Hoy no es siempre” Esta frase me la repito cada día porque me permite respirar y recordar que el tiempo acomoda las cosas
- Pulir todas las herramientas que sí tenemos a mano: poder comunicarnos con quienes más extrañamos cada vez que lo necesitemos, pedir ayuda a quienes estén con nosotros para que cuide a nuestro/s hijo/s y salir a caminar un ratito (el sol y el aire son grandes aliados de la calma) y poner en papel nuestras emociones (las letras sobre las hojas ayudan a que los sentimientos no queden encarcelados en nuestra cabeza)
- Hacer tribu (esto es fundamental) Poder contactar a otras personas que estén en situaciones similares y empaticen con nuestros procesos
- Pedir ayuda a un profesional si fuese necesario
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