Lactancia materna: entre alimentar al bebé y apoyar a la mamá
Cuando me senté a escribir este blog sobre la Semana Mundial de la Lactancia Materna, casi sin proponérmelo, empecé a repasar mis experiencias amamantando a mis tres hijos.
Me gustaría contarles esas experiencias porque sé que les va a servir a muchas de ustedes. Por supuesto vale aclarar que no siempre en la lactancia se presentan dificultades. Son muchísimos los casos en los que se sucede de forma natural y armoniosa desde un primer momento, pero hoy elegí contarles algunas anécdotas propias, menos ideales, porque son las mamás que están atravesando dificultades las que se van a sentir más acompañadas sabiendo que no son las únicas.
Durante el embarazo de Lola, mi primer hija, armé en su habitación un rincón exclusivo para amamantarla. Tenía una silla mecedora hermosa, pegada a la ventana para que nos diera la cantidad de luz justa, un juguete importado que proyectaba luces en el techo y reproducía música de cuna, y almohadones destinados a tenernos muy cómodas a ambas. Ese espacio me iba a asegurar una lactancia exitosa, probablemente exclusiva y prolongada en el tiempo… pensaba yo.
Lejos de esa fantasía de unicornios saltando en el arco iris que había construído con total ingenuidad, la lactancia de Lola se convirtió al principio en una pesadilla total. Pezones agrietados y sangrantes, leche que tardó en bajar, y un comité de ética formado por familiares, amigos, enfermeras, y médicos haciéndome saber (no tan sutilmente) que darle leche de fórmula a mi hija me convertía en mala madre.
En ese momento pude hacer una interconsulta con una puericultora que supo asesorarme. Gracias a eso, mucha paciencia, y un deseo enorme por lograrlo, conseguí con el tiempo que amamantar a Lola dejase de ser una tortura y se convirtiese en un momento hermoso y exclusivamente nuestro.
Cuando nació Catalina, mi segunda hija, tenía muchísimo miedo de pasar por la misma experiencia. En el bolso que llevé al sanatorio, había un arsenal de productos para garantizar una lactancia feliz: pezoneras, cascos de lactancia, cremas de caléndula, y litros de agua mineral. Sinceramente no creo que haya sentido menos dolor que con Lola, pero algo fue diferente: la experiencia. Yo sabía que los pezones iban a cicatrizar, que el dolor iba a pasar, que la leche iba a bajar y que, en algún momento, lograría cantarle y acariciarla mientras la alimentaba, en lugar de llorar y esperar que terminara pronto.
Por supuesto que con Benjamín, al ser el tercero, al bolso y la experiencia le sumé la paciencia propia de ser mamá de tres niños, y el saber que iba a ser la última vez que daría la teta (ya que no había planes de seguir teniendo más hijos). Con algunas complicaciones al principio, que pude revertir rápidamente, logré que amamantarlo fuese una experiencia muy felíz y disfrutable para los dos.
Sin embargo, tener el diario del Lunes no me trae amnesia. Recuerdo el dolor del principio, llorar escondida en el baño para evitar que me juzguen, googlear el nombre de las pastillas que te cortan la leche, y sentir de a ratos muchísimas ganas de darme por vencida. Hoy agradezco no haberlo hecho. Pero sé, entiendo, y acompaño permanentemente a mujeres que me dicen casi susurrando (para que nadie más las escuche) que quieren rendirse.
La lactancia es maravillosa, la leche materna tiene todos los nutrientes que nuestros hijos necesitan. Dar la teta tiene incontables ventajas. Pero es necesario no perder de vista que la lactancia debe ser deseada, guiada y acompañada.
No se trata de teta vs. mamadera. Se trata de escuchar y acompañar a esa mamá y a ese bebé en sus necesidades singulares. De entender que ni el deseo solo, ni las condiciones propicias por sí mismas garantizan una lactancia exitosa.
Y que, para una reciente mamá, una escucha amorosa y sin prejuicios por parte de los que la rodean, ayuda a que el vínculo que establezca con su bebé al momento de alimentarlo ( del modo que fuere), sea feliz y disfrutado por ambos. Al fin y al cabo, de eso se trata.
Para terminar, como siempre, algunas sugerencias que les pueden servir:
- Si se presentan dificultades, consutá con puericultoras que te puedan guiar en el problema específico que esté ocurriendo. Hay muchos problemas, pero también hay muchas soluciones.
- Compartí tus sentimientos y miedos respecto a la lactancia con tu pareja y/o personas cercanas que puedan escucharte sin juzgar
- Buscá lugares y espacios que te permitan sentirse cómoda a la hora de alimentar a tu bebé
- Permitite decirle a un otro/a “te agradezco tus sugerencias pero estoy asesorada por profesionales”
- Buscá, si sentís que lo necesitás, una psicóloga perinatal para atravesar esta etapa
Etiqueta:amamantar, lactancia, leche materna, maternidad, teta