Ese momento después del parto
El momento después del parto- a quienes muchos llaman “la hora sagrada”- es un momento único y fundante en el vínculo de la díada mamá-bebé. No hay dudas de eso. Y es, entre otras cosas, una instancia de duelo también. Elijo la palabra duelo porque es en ese preciso instante que algo desaparece; no una persona, pero sí una construcción imaginaria, y todo lo que de ella se desprende.
Es un momento de duelo porque a partir de ahí se empieza a desdibujar la imagen de mujer completa y todopoderosa que creíamos ser, para dar lugar a la mujer aprendiz, atravesada por la falta y llena de inquietudes, a la mujer- mamá.
Durante todo el embarazo ocupamos gran cantidad de tiempo pensando cómo será el momento del nacimiento. Libros y películas nos inspiran a imaginarlo como una mezcla entre dolor, felicidad, y emoción. Pero no existe teoría o relato que pueda transmitir la verdad de ese momento tan especial que marca el inicio de una historia. Una historia única, tan singular como quienes la protagonizan.
La primera vez que tenemos a nuestro hijo en brazos, la primera vez que podemos amamantarlo, mirarlo, y encontrarnos con el bebé real que tanto esperábamos, es un momento donde debe primar la privacidad y el silencio. Porque es un tiempo de encuentro, un tiempo que se caracteriza por una tormenta de sensaciones contrapuestas que intentan acomodarse en medio de esta simbiosis mamá-bebé. Y es fundamental que este primer tiempo ocurra en la intimidad.
Por supuesto existe (y es necesario que así sea) el momento de mostrar nuestro cachorro al mundo, de contar una y otra vez la experiencia del nacimiento, de sentirnos nosotras acunadas por quienes amamos. Ese momento también es sagrado, y responde a un tiempo fundamental: el de incluir a nuestro hijo en la cultura, como parte de la sociedad, el momento de darle un lugar en la historia familiar.
Estos primeros momentos, llevan impresas características particulares. Un tiempo a solas de la pareja con su bebé, un tiempo exclusivo entre la mamá y el bebé, un tiempo de mostrar nuestro hijo al mundo. Son momentos que van a construir la identidad de nuestros hijos y su incipiente vínculo con el mundo, que irá creciendo en el tiempo.
Una forma de respetar a nuestro hijo, también tiene que ver con poder respetar estos tiempos. Permitirles que, en sus primeras horas de vida, lleguen a un mundo silencioso, colmado del calor de los brazos y la leche tibia, de la mirada y la caricia que le hacen sentir, que acá, con nosotros, puede sentirse a salvo.
Algunos consejos prácticos
- Hablar previamente con el equipo médico sobre la importancia de que se cumpla el contacto inmediato del bebé con la mamá
- Evitar recibir visitas en la primera hora de nacido el bebé
- Evitar que ingresen más de dos personas a la vez a la habitación, o que permanezcan por periodos prolongados
- Evitar que las visitas se pasen al bebé de brazo en brazo
- Expresar con claridad las necesidades que tengamos en el momento
- Hablar de esto previamente al parto con nuestra pareja, o quien nos acompañe, para que pueda transmitir el mensaje con claridad a las personas que se acerquen a conocer al bebé al sanatorio
- Darse el tiempo que cada díada mamá-bebé necesite. La “hora sagrada” no corresponde a una hora reloj.
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